lunes, 23 de agosto de 2010

El fuego y Chet


La noche del Jueves pasado soplaba un viento feroz sobre la tierra reseca del Sur de Galicia. No tardó en aparecer el cabrón de la gasolina y el monte empezó a echar humo. Nada anormal en esta tierra de calamidad y pandereta.
Los jóvenes de mi aldea, a poca distancia del horno recién encendido, ríen ajenos a la tragedia que se está fraguando a pocos metros de allí: Dos muertos, achicharrados para ser precisos, y unas cuantas hectáreas calcinadas. Nada que no ocurriera otras veces.
Y es que los jóvenes de mi aldea añoran aquel verano, cuatro años atrás, en el que en Fornelos de Montes bailaban el “Paquito Chocolatero” alumbrados por las hogueras del dios Pan. Se ríen, los hijosdeputa se ríen, y siento un rastro de ira recorriéndome las venas.
Para apaciguar toda esta miseria que le rodeaba el carpintero jazzeado tomó dos serias determinaciones: Largarse a Asturias a ver bosques de verdad y plantar a Chet Baker en la pared de su salón.
Otra cosa no se puede hacer: Galicia es un país que arde atizado por su propia miseria.
Un beso.

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