domingo, 21 de noviembre de 2010

El sutil terrorismo de estado


A lo largo de todos los años de etapa democrática este carpintero jazzeado ha visto arder más allá del Orión electoral decencias políticas de muy variado pelaje. Por el voto lo que sea. Así, ilustres católicos han apelado a la voluntad de dios, de su dios, para poner en marcha campañas contra el divorcio, matrimonios homosexuales, métodos anticonceptivos, etc, etc. Lo que sea, con tal de arañar la voluntad electoral de la caspa más española.
Hicieron daño, un daño muy grande, y este carpintero jazzeado ni olvida ni perdona.
Tiempo atrás, Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid post “Tamayazo”, empapeló a los médicos del hospital Severo Ochoa de Leganés que sedaban a los agonizantes, haciendo así el paseo en barca de Caronte de esos pobres desgraciados un poco menos horroroso. Esa analfabeta funcional superó todos los registros de comportamiento indigno en el mundo de la política. Y el daño fue mucho más grande. ¿Cuántos galenos se habrán cortado a la hora de suministrar una dosis de morfina y a cuántos, después de que el médico Don Luis Montes fuera procesado?
Hacer agonizar a pelo, con un par Doña Espe, es terrorismo. Un terrorismo que ha hecho a muchos sufrir como perros en su tránsito al más allá. Esa es la peor de las torturas, la peor, porque el torturado, en esas circunstancias lastimeras en las que se encuentra, ya no tiene ni un gramo de esperanza. Sólo dolor.
¿Con qué ley antiterrorista empapelamos a Doña Espe?
Ni olvido ni perdono.
Salud, de todo corazón.

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